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Desobediencia Civil : Disparador Del Caos Social (Final)

TEORA DEL CAOS SOCIAL / Captulo 9 Desobediencia civil: Disparador del caos social (Final) / Andrs Simn Moreno Arreche / ISBN 9789801241312


1.- Resumen:

La desobediencia civil puede ser concebida como un mtodo legtimo de disidencia frente al poder del Estado, que es una forma de pensamiento e ideologa admitida en el seno de una sociedad democrtica. La entropa social que proviene de esta dinmica dispara vrtices caticos sobre, en y dentro de las estructuras societales, como una eclosin social que se genera unas veces de manera espontnea; otras, como consecuencia de la declinacin de un tipo de organizacin. Para muchos estudiosos de la conducta humana, el origen de la violencia reside en la naturaleza o esencia humana, para ello se han referido a autores como Toms Hobbes quien desde el siglo XVI afirmara, en su famoso texto El Leviatn, que la ley que impera en la sociedad es la ley de la jungla, es decir, la ley del ms fuerte.

Las temticas conexas de la violencia, del crimen organizado, de las pandillas de los grupos delincuentes y de la inseguridad son centrales para entender las dinmicas de las sociedades latinoamericanas. En este contexto de violencia y de inseguridad crnica en muchos pases de la regin, la temtica de la seguridad se ha vuelto la prioridad principal entre las demandas sociales de la gente. Fenmenos tan complejos como el crecimiento de la violencia social, el aumento en el consumo de drogas y la desintegracin familiar tienen diversas races. Problemas de esta ndole no slo tienen un origen poltico o econmico, sino tambin poseen causas sociales y culturales diversas. La reaccin de la posmodernidad plantea la nica opcin de un escepticismo intelectual que renuncia a querer conocer la verdad. Proclama la supuesta incapacidad del ser humano para conocer el aspecto esencial de las realidades que nos rodean. El pensamiento posmoderno es, en buena medida, un pensamiento dbil que se traduce en confusin y relativismo.


Socilogos e investigadores sociales sostienen que los nuevos malestares sociales de esta poca hper consumista y absolutamente eglatra no son consecuencia de las relaciones de produccin, porque se trata de un malestar que no requiere de una lectura social, mucho menos poltica ya que esa pesadumbre es privada, de cada individuo, de la patologa de su desajuste emocional porque no ha sabido estar a la altura del tiempo o el destino. Con la posmodernidad se perdi la nocin del presente y entonces la realidad se reconvirti. Y as, poco a poco, los individuos de las sociedades posmodernas fueron abandonando por obra y gracia del relativismo narcisista al nihilismo paralizante, renegando incluso del futuro. La poltica, como concepto instaurado a principios del Siglo XX, y como promesa de redencin social, ha sido derrotada como arma de combate, y el derecho al yo por encima de todo' ha compensado la creciente despolitizacin de las relaciones sociales.

Pero el malestar social se transforma en un conflicto que deja vctimas. Muchas aguardan en la larga lista de los centros de salud mental, en los despachos privados de los psiclogos, en los servicios sociales o en el paro puro y duro. Son los que sobreviven, los consumidores de anti ansiolticos, quienes han somatizado la dureza de una vida sin redes de proteccin en la fibromialgia social de nuestros das. El malestar social se refleja en el sistema de los servicios sociales, pblicos y privados, que victimizan las patologas personales haciendo creer al sujeto que es el culpable de su situacin.

Frente a este escenario, la desobediencia civil busca inducir a un cambio en normas jurdicas o polticas gubernamentales que se consideran ilegtimas a la luz de los principios que rigen la vida social, es decir, que pretende identificarse con los fundamentos constitucionales del Estado democrtico para que los cambios se logren a travs de una protesta en la que se apela al, sentido de justicia de la mayora, esto es, a ciertos valores cvicos que son compartidos por los ciudadanos protestatarios. Los pioneros de la desobediencia civil fueron Thoreau, Tolstoi y Einstein, tres ilustres desobedientes respecto de sus Estados: preconizaron la desobediencia civil del individuo frente al Estado teniendo como referentes el Estado que formalmente les daba su nacionalidad (EE.UU, Rusia, Alemania) pero tambin fueron crticos del Estado en general como forma de organizacin social moderna.

Las acciones de desestabilizacin y de protesta en contra de leyes, normas y polticas oficiales, comienzan cuando se generaliza la desobediencia civil y entonces se genera otro tipo de manifestaciones de inconformidad, que pasan de la inaccin y la pasividad de la resistencia social y poltica, al colapso institucional que deviene ulteriormente, bien en el derrocamiento del gobierno a partir de una rebelin cvico-militar, o bien con el coup d'tat que es la toma del poder poltico de un modo repentino y violento, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesin en el poder vigentes con anterioridad.

2.- El colapso institucional desde la perspectiva del coup d'tat:

Atendiendo a la identidad de sus autores, usualmente presenta dos formas en el coup d'tat: el golpe de palacio o golpe institucional, cuando la toma del poder es ejecutada por elementos internos del propio gobierno, incluso de la misma cspide gubernamental; el golpe militar o pronunciamiento militar, cuando la toma del poder es realizada por miembros de las fuerzas armadas. El pretorianismo es la influencia excesiva del poder militar en el gobierno civil que en muchos de los casos lo llevan a cabo mediante los golpes de estado o pronunciamientos. Ms recientemente se ha usado el trmino golpe de mercado para referirse a los cambios institucionales producidos por presiones de grupos econmicos, utilizando mecanismos de desestabilizacin y caos en la economa.

El colapso institucional se manifiesta de diversas maneras y modos: El golpe de Estado, el autogolpe y la rebelin cvico-militar son las formas ms comunes. Cuando los partidos tradicionales han dejado de tener confianza y credibilidad, la accin de los grupos violentos ligados al crimen organizado cuenta con un slido esquema de base social que les permite realizar, sin problemas, sus actividades. La represin y la accin violenta en contra de los grupos marginados y polticamente inconformes con el gobierno se transforma en acciones brutales y represivas de policas y sicarios y es por esas razones que muchos ciudadanos optan por la afiliacin a grupos criminales o delictivos que operan, con toda libertad, en muchas regiones del pas que iniciaron sus actividades con la proteccin y la impunidad que les brindaban los policas y los grupos de seguridad del gobierno.

As es como previo al colapso de las instituciones, se protegen los intereses de grupos que controla la poltica nacional al lado de los policas polticos que son los que garantizan la represin en contra de los grupos protestarios o inconformes y as, ante la confusin de que en los encuentros armados se dan entre fuerzas institucionales y delincuentes, se ocultan las represiones y se puede asesinar a muchos luchadores sociales que operan en las regiones marginadas, con la excusa de que se han eliminado a delincuentes que protegan a otros delincuentes de algunas regiones del pas, cuando en realidad se trata de grupos guerrilleros urbanos que no quieren reconocerse como tales, porque reconocerlos como tales guerrilleros citadinos un incongruencia poltica que afecta la presunta estabilidad social que argumentan los gobiernos.

Incluso tampoco se podr afirmar tal vinculacin si una vez planteados y desarrollados sus postulados por parte de una persona o grupo de personas, los mismos son aceptados plenamente por una organizacin terrorista".Los conceptos tales como no colaboracin, boicot, desobediencia civil Y de quines la han empleado, empezando por Antgona y siguiendo por los clsicos Thoreau, Gandhi, King

500 ejemplos de no-violencia. Otra forma de contar la historia La tesis principal del libro plantea la necesidad de pasar de las acciones de no-violencia desperdigadas a estrategias no-violentas que supongan repensar las formas de accin poltica y social.

3.- La justificacin moral de la desobediencia civil

Con tales antecedentes no es difcil concluir que la justificacin moral de la desobediencia civil va de suyo: el deber (que no el derecho) de la desobediencia civil proclamado por Thoreau puede admitir una justificacin tica tambin en las sociedades democrticas. Cabe objetar al respecto la obediencia debida al derecho en tal sociedad. Pero, incluso en sta, son muchos los autores que justifican la desobediencia civil por razones morales. As lo ha hecho, por ejemplo, Felipe Gonzlez Vicent: "Mientras no hay fundamento tico para la obediencia al derecho s hay un fundamento tico absoluto para su desobediencia" (1). Y, aunque en trminos no tan drsticos, tambin Javier Muguerza: "Cualquier individuo est legitimado a desobedecer cualquier acuerdo o decisin colectiva que, segn el dictado de su conciencia, atente contra la condicin humana" (2).

Esta justificacin moral (absoluta o en trminos personalistas) se basara en la superioridad del foro de la conciencia del individuo, capaz de captar intuitivamente qu es lo bueno y qu es lo malo, sobre las leyes concretas de tal o cual estado a las que el desobediente se opone. Y la desobediencia ser civil siempre que la conciencia nos diga que estn siendo violados los derechos humanos o la condicin humana. Thoreau afirmaba que "no habr una nacin realmente libre hasta que el estado reconozca al individuo como ente superior del que deriva toda su autoridad y le trate en consecuencia". Y, con matices, est afirmacin se halla presente en la mayora de los defensores de la desobediencia civil. Esto equivale a decir que la desobediencia civil estar moralmente justificada en estados antidemocrticos, pre-democrticos o democrticos representativos mientras el estado siga tratando a los individuos como sbditos y no como ciudadanos en sentido pleno.

Ni siquiera cabe, desde este punto de vista moral, la restriccin de que, en un estado democrtico de derecho, es obligado respetar la opinin de la mayora expresada en el Parlamento y recogida en las leyes. Pues es obvio que slo una teora estrechamente procedimentalista estara dispuesta a defender que las democracias realmente existentes son democracias en sentido estricto (gobierno del pueblo). En la prctica de nuestras democracias hay todava mucho que decir (crticamente) sobre quin es realmente el soberano, cmo se articulan realmente las mayoras y qu representan realmente los partidos polticos que proponen una determinada ley al parlamento (sobre el servicio militar, el presupuesto de defensa, el status de los inmigrantes, lo que hay considerar como familia, la ilegalizacin de tal o cual formacin poltica, etc.).

Hay, por tanto, condiciones que, incluso en un estado democrtico, obligan a considerar hasta dnde es moralmente admisible el principio moral de obligacin poltica y que siguen justificando la prctica de la desobediencia civil. Ocurre que el mero principio de las mayoras no garantiza sin ms, a priori, el respeto de los derechos humanos, pues las mayoras pueden decidir actuaciones que contradigan derechos de determinadas minoras. Ocurre tambin que el principio de la divisin de poderes, caracterstico de un estado democrtico de derecho, no siempre se cumple, de manera que hay circunstancias en que pueden quedar bloqueadas las posibilidades de expresin y actuacin de determinadas minoras. Ocurre, adems, que en estados democrticos plurinacionales y multi lingsticos, que son los ms, hay conflicto entre el principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley y el reconocimiento efectivo del derecho a la diferencia. Y ocurre a veces que, incluso en estados democrticos, y por reaccin de la mayora frente a actuaciones que no han tenido que ver con la desobediencia civil, se produce un recorte grave de los derechos humanos de determinados sectores de la poblacin. Tales circunstancias no son supuestos hipotticos sino situaciones de hecho que se han dado y se dan en los pases democrticos actuales.

As, pues, en un estado democrtico la admisin formal de la desobediencia civil ser un sntoma de autocontencin, un reconocimiento de los lmites del propio estado y del carcter procesual de las constituciones vigentes. Por eso algunas constituciones la admiten formalmente; y por eso se ha podido decir, con razn, que la desobediencia civil es precisamente la piedra de toque de la democracia o el ms evidente de los indicadores de la madurez de las polticas democrticas. Teniendo en cuenta la imperfeccin y los dficits de las democracias representativas realmente existentes, algo generalmente admitido, la desobediencia civil puede considerarse hoy en da no como un sntoma de deslealtad frente a la democracia, sino como una forma excepcional de participacin poltica en la construccin de la democracia. Y no es casual en absoluto el que la afirmacin de la desobediencia civil en el marco de ese movimiento de movimientos que es el movimiento antiglobalizacin vaya generalmente acompaada no slo de la defensa de la universalizacin de los derechos humanos que la democracia proclama, sino tambin de la afirmacin de la necesidad de una ampliacin de la democracia representativa en democracia participativa.

De ah que la justificacin de la desobediencia civil en los estados democrticos representativos tienda a ser no slo moral sino tico-poltica. Cuando en nuestros das los individuos o colectivos propugnan la desobediencia civil (por ejemplo, frente al reclutamiento en caso de guerra, frente a las leyes sobre los inmigrantes o frente a la ilegalizacin de formaciones polticas que, siendo minora, alcanzan porcentajes por encima del diez o quince por ciento de los votos emitidos) no estn tratando simplemente de salvar su alma (o su conciencia) frente a lo que consideran una ley injusta, sino que su actuacin apunta a convencer a la mayora parlamentaria (o al pueblo soberano) de su error en el mbito de la esfera pblica. Aun aceptando el principio moral de la obligacin poltica, el desobediente tiende a buscar, por tanto, una justificacin no slo moral sino tico-poltica para su actuacin, dado que sta se produce en el mbito de la tica de la responsabilidad pblica, no slo en el mbito de la tica de las convicciones morales.

Al llegar aqu se puede discutir si tal o cual actividad o campaa concreta de desobediencia civil ante una determinada ley aprobada por el parlamento es apropiada, correcta o la ms adecuada para alcanzar el fin que los desobedientes dicen proponerse. Pero sta es una discusin sobre medios y fines, sobre las consecuencias pblicas de las acciones colectivas, y tiene que hacerse con los mismos argumentos con los que se discuten las consecuencias, hipotticas o previsibles, de cualquier otra accin tico-poltica, incluidas las acciones del partido o coalicin que hayan resultado mayoritarios en las elecciones o las acciones de los jueces de los ms altos tribunales en nombre del Estado.

Es una actitud tpicamente falaz de quienes se consideran representantes de la mayora o del soberano en un momento histrico dado el descalificar la desobediencia civil ante tal o cual ley aduciendo que el comportamiento de los desobedientes pone en peligro el conjunto de las instituciones democrticas, el estado de derecho o el sistema democrtico establecido. La democracia, las constituciones (y, por extensin, las leyes subordinadas, incluida la ley penal) son siempre consecuencia de procesos histricos concretos, y procesuales ellas mismas. De donde se sigue que el peligro potencial para la democracia puede venir tanto de una consecuencia perversa de la crtica (justa) de sus dficits actuales como de la autocomplacencia de la mayora (por representativa que sea) o del soberano mismo respecto de la democracia realmente existente. Hay ejemplos histricos de ambas cosas. Y el ms reciente (el recorte de las libertades al que se asiste en el mundo a partir de los atentados del 11 de septiembre del 2001, denunciado por varias asociaciones de juristas demcratas) apunta precisamente a esto ltimo, a la autocomplacencia o la prepotencia, no al riesgo de la crtica (por global que sea) que los desobedientes hacen de la democracia realmente existente, que, como he mantenido en otro lugar, era y, antes del 11 de septiembre, una democracia "demediada" . Aunque la mediacin jurdica (reconociendo la razn o razones de los desobedientes) suele ser decisiva para la autocontencin de la desobediencia civil dentro de los lmites de la no-violencia, no hay solucin exclusivamente jurdica al problema concreto de la violencia que enfrenta, tambin concretamente, al Estado con un colectivo amplio de desobedientes.

Y no la hay, no slo porque, en general, como deca Leopardi, el abuso y la desobediencia de la ley no pueden ser impedidos por ninguna ley, sino tambin porque en la esfera pblica, cuando se oponen derecho y derecho, derechos considerados iguales por opciones tico-polticas distintas, caben siempre varias opciones legislativas para mediar en los conflictos especficos.

La confianza y la lealtad de los desobedientes, incluso la interiorizacin del principio de obligacin en un estado democrtico, depende precisamente de cmo se oriente esta mediacin. La ley ad hoc, criminalizando o ilegalizando la opcin que representan los desobedientes (aquella opcin de la cual ya no se puede hablar ni siquiera en el estado democrtico de derecho), es siempre parte de la dinmica generadora de ms violencia y es lo que, en ltima instancia, hace que el desobediente no-violento, al percibir tal ley como una violencia sobreaadida, acabe contemplando la posibilidad de la legitimidad de la violencia defensiva como una necesidad, como un estado de necesidad.

Cuando esto ocurre es intil aducir la neutralidad del estado y/o de los servidores de la ley, pues cuanto ms se aduzca esta neutralidad tanto ms ser percibido el acto legislativo ad hoc como una ampliacin de la polaridad y de la tensin: el desobediente tender a convertir su disidencia o su objecin previa a tal o cual ley anterior, a tal o cual artculo de la constitucin, en desobediencia global al estado. Eso ocurri tambin en los Estados Unidos de Norteamrica desde mediada la dcada de los sesenta y ocurre frecuentemente hoy.

Por tanto, la solucin a los problemas concretos del ejercicio de la violencia menor derivados de la desobediencia civil tendr que ser jurdico-poltica o poltico-jurdica. Lo que quiere decir: habr que tener en cuenta el origen y los motivos de la desobediencia, el proceso que ha seguido la misma y las consecuencias previsibles de la legislacin propuesta para hacer frente a ambas cosas.

Tambin en esto la radicalidad consiste en ir a la raz de la cosa. La responsabilidad jurdico-poltica ante las consecuencias plausibles de los actos legislativos obliga a reconsiderar y evitar aquellos que previsiblemente van a fomentar "la rplica infinita", la espiral perversa por la cual hasta el desobediente civil no-violento empieza a contemplar como una necesidad la posibilidad de una violencia igual contra el estado. Pues la percepcin de que se est viviendo en un estado de excepcin (declarado o no), en una situacin de excepcionalidad en la polis, ha sido siempre, desde los orgenes de la modernidad, desde Savonarola y Maquiavelo, motivo central para la justificacin moral y/o poltica de la violencia (tanto de los de abajo, de los "republicanos", como de las oligarquas y del Prncipe).

Pondr algunos ejemplos que pueden contribuir a aclarar esto. Una solucin jurdico-poltica atenta a los orgenes y al proceso del movimiento de desobediencia civil frente al servicio militar, el armamentismo y la guerra, como el que cuaj en los aos ochenta y noventa, ha sido, a pesar de su lentitud y de sus imperfecciones, el reconocimiento, por parte del Estado, de la objecin de conciencia primero, de la posibilidad de un servicio social sustitutorio del servicio militar obligatorio despus y, finalmente, de la obsolescencia del reclutamiento obligatorio para ejrcitos permanentes. El reconocimiento, en este caso, de la razn de fondo de la desobediencia civil frente a la especficas legislaciones vigentes en numerosos pases es lo que ha hecho "discretos" a los insumisos y ha atemperado la "rplica infinita" al aceptar que la mayora de los desobedientes estaban prestando un servicio a la democracia en construccin.

No se puede decir lo mismo, en cambio, en el caso de las leyes sobre la emigracin: la protesta contra la forma en que los Estados de la Mancomunidad Europea y los Estados Unidos tambin- tratan a los inmigrantes ha pasado de una fase de oposicin a la ley de Extranjera a la propuesta explcita de desobediencia civil precisamente porque la legislacin no ha ido a la raz del asunto (el status de los inmigrantes como ciudadanos de pleno derecho en nuestras sociedades), sino que ha interpolado "inmigracin" y "extranjera" para mantener una discriminacin inaceptable atribuyendo a "los otros" (en abstracto) un plus de violencia que, en ltima instancia, sirve para justificar ante la opinin pblica acciones violentas del estado que chocan contra el principio de la libre circulacin de las personas. El Estado hace as an ms patente la contradiccin existente en el sistema entre la afirmacin de la libre circulacin de mercancas y la prohibicin de la libre circulacin de las personas. Independientemente de que esta prohibicin choque de manera explcita con la letra de la Constitucin de esos pases, es evidente que choca con uno de los principios tico-polticos bsicos que la inspiran, la percepcin de lo cual dar fuerza moral en este caso a quien desobedece a la ley.

Ante situaciones similares el desobediente puede argumentar coherentemente contra la pretensin del Estado en general, de todo Estado, a integrar la violencia en derecho, pero cae en incoherencias al negar a la nacin pequea que pretende ser Estado (aunque sea asociado) el derecho que se predica normalmente para cualquier estado ya constituido. Esto es lo que obliga, si se quiere actuar en consecuencia, a retrotraer el problema jurdico a su dimensin poltica. Y por eso digo que no hay solucin exclusivamente jurdica al problema especfico de la violencia que enfrenta, tambin concretamente, al Estado con un colectivo amplio de desobedientes.

Si se quiere restablecer la simetra en el debate sobre violencia y Estado democrtico de derecho, y aspirar as a la ecuanimidad sobre la desobediencia civil realmente existente, entonces hay que abordar tambin, en concreto y con espritu crtico, la actuacin de la otra parte, de la que se declara desobediente. Pues si en el Estado existe una concepcin meramente instrumental de la relacin entre derecho y violencia esa relacin se da tambin, invertida, en algunas de las actuaciones que se estn presentando como desobediencia civil. La aspiracin, por ejemplo, a la colectivizacin de los medios de produccin, a la autogestin en la produccin, a la independencia de tales o cuales comunidades, a la confederacin, a la ocupacin de viviendas deshabitadas, a cambiar la forma de estado o a reformar la Constitucin (los tabes actuales de nuestro estado democrtico representativo) y la crtica de la violencia estructural o institucional no pueden moralmente hacerse, en este marco, justificando por activa o por pasiva el uso de una violencia igual o mayor que la que ejerce el propio Estado al que se desobedece. Esta, creo, es una buena razn para diferenciar en la prctica entre distintos tipos de desobediencia civil y decidir acerca de ellas.

Pero qu pasa cuando hemos de tratar de desobediencia civil en aquellos casos en los cuales no hay colonizacin ni ocupacin propiamente dicha y, por otra parte, la desobediencia no se dirige contra el Estado en general ni aduce la superioridad del foro de la conciencia individual frente al Estado, sino que se presenta como parte de un programa cuyo objetivo es la creacin de un Estado propio? No implica esto la potencial aceptacin, en los lmites territoriales propuestos alternativamente, del mismo tipo de violencia (ejrcito, polica, crceles, leyes) que se critica en el Estado realmente existente? Puede el seguidor de Thoreau, Tolstoi, Gandhi, Einstein y Luther King seguir utilizando los argumentos de stos en defensa de una desobediencia civil que repite en lo sustancial los argumentos jurdico-polticos con que fueron creados los Estados modernos?

De la misma manera que es incoherente negar a los desobedientes de un determinado colectivo o determinada regin el derecho colectivo que se admite (o se da por supuesto) para la Nacin ya constituida, tambin es incoherente, vincular la desobediencia civil a un tipo de violencia igual o mayor que la ejercida por el Estado al que se critica. Y es sintomtico el que, al intentarlo, quien se declara desobediente se vea frecuentemente obligado a seguir una estrategia argumental simtrica a la del Estado que critica, el mismo que trata de instrumentalizar a la opinin pblica proponiendo a sta que identifique directamente con el fascismo los errores polticos del Poder Ejecutivo o las iniciativas judiciales de una democracia imperfecta o demediada, de la misma manera que el Estado pretende identificar con el fascismo o con el nacional-socialismo al conjunto de los desobedientes dl colectivo desobediente.

Al reflexionar sobre tal estrategia hay que decir que Fernando Savater lleva razn en un punto: hay al menos un intento de justificacin concreta de la desobediencia que es incivil. Pues no puede haber reivindicacin social o nacional, ni discriminacin positiva posible a favor de las minoras (o de las mayoras en un determinado territorio), que pueda justificar moralmente los asesinatos, los atentados, los secuestros, las agresiones fsicas y los acosos sistemticos de personas que dejan as de ser tratadas como personas. Esa conducta que desprecia los derechos humanos fundamentales rebasa con mucho el lmite de la desobediencia civil. Intentar vincular tales actuaciones a la desobediencia civil y traer a colacin, en ese contexto, a Gandhi y a Thoreau o a Luther King es un sarcasmo. Se puede aadir ms: dejar que se vincule el objetivo de la autodeterminacin (y de la independencia), en nombre de la desobediencia civil al Estado, con el uso de una violencia ya no simblica o psicolgica sino fsica, y superior a la del propio Estado, es una deshonestidad tico-poltica.

En esas situaciones el desobediente realmente civil tiene que decir: "No debemos". Y subrayar el plural. La desobediencia civil es un medio para alcanzar alguna finalidad tico-poltico: impedir una guerra o ponerla fin, abolir leyes militaristas, denunciar legislaciones que crean injusticias, actuar directamente contra la segregacin de tales o cuales minoras o a favor de la autodeterminacin, etc.; pero, por lo que sabemos de la historia del siglo XX, deshonrar el medio, como deshonrar las palabras, es un camino para pervertir el fin. El argumento de Savater decae, sin embargo, cuando se ampla la condena tica a todo grupo o persona que, habiendo denunciado explcitamente ese tipo de violencia, se muestra dispuesto, de todas formas, a hablar o a dialogar sobre la finalidad de la desobediencia civil proclamada con quien o quienes no la han condenado especficamente.

Parece obvio que en este caso hay que distinguir entre el juicio sobre el acierto poltico de tal dilogo, que depender a su vez, de lo que se opine acerca del derecho a la autodeterminacin y el juicio moral sobre la "civilidad" de la desobediencia, de la misma manera que hay que distinguir entre la correccin jurdica de la ilegalizacin de tal o cual partido y su oportunidad poltica. Se puede estar a favor del fin (la autodeterminacin), del medio empleado (las acciones directas no violentas vinculadas a la desobediencia civil) y del dilogo en general, y no estar, en cambio, a favor del dilogo en la circunstancia concreta con quienes aceptan la violencia. Desmond Tutu, ha manifestado una posicin muy sensata sobre esto, basada en su propia experiencia surafricana y a los propulsores de cualquier desobediencia civil convendra tenerlas en cuenta precisamente para evitar la espiral de la "rplica infinita".

As planteadas las cosas, la desobediencia autnticamente civil que cabe en la circunstancia de un estado multinacional y plurilingstico (como Surfrica o Espaa) que se declara democrtico pero en el que hay conflictos serios sobre el nivel de autogobierno de algunas de las nacionalidades, es precisamente aquella que suele denostarse ahora bajo el rtulo peyorativo de "equidistancia". Puesto que la desobediencia civil ha nacido negando justamente el recurso a la forma ms alta de violencia, la guerra, tiene que negar tambin la lgica eminentemente militarista que divide el mundo entre amigos y enemigos. Cuanto mayor sea la conciencia de los individuos o de los colectivos respecto de la justicia de la finalidad o reivindicacin principal de los desobedientes frente al Estado, mayor ser tambin el distanciamiento respecto del propio Estado cuando ste reprime o dice ejercer la violencia legal contra esa reivindicacin o finalidad.

Pero, al mismo tiempo, cuanto mayor sea la conciencia de la civilidad de la desobediencia, mayor ser tambin el distanciamiento respecto de los medios violentos alternativos utilizados para alcanzar la finalidad que el individuo o la colectividad comparte o considera justa. En esa dialctica suele ocurrir que si se favorece o se impone circunstancialmente una de las conciencias, sin atender a la otra, la justicia implicada en la desobediencia civil se pervierte. Y lo hace tanto en la bsqueda de justificaciones de la violencia legal contra la violencia excesiva de los otros, como en la insistencia exclusivista en la finalidad para justificar un medio a todas luces excesivo. La equidistancia respecto de lo uno y de lo otro no equivale, ni tiene por qu equivaler a pasividad, a desentendimiento o a no saber distinguir entre vctimas y verdugos. Equivale, ms bien, a un distanciamiento tico-poltico respecto de dos formas de violencia simtricas, ambas excesivas.

La existencia de Estados democrticos puede ser una condicin importante para la autolimitacin de los desobedientes, para amortiguar la insumisin y hacerla discreta, esto es, funcional al ideal de la democracia y a la coherencia de los medios respecto de los fines propuestos. Y en efecto, es esta autolimitacin lo que nos lleva a considerar indecentes aquellas acciones que, basndose en la crtica justa de los dficits del Estado democrtico representativo, producen voluntariamente la muerte de inocentes, degradan la condicin humana y se equiparan y en algunos casos superan a la violencia ejercida por los Estados, como ocurre de hecho en ciertos casos de terrorismo anrquico', nacido de las mismas entraas de una desobediencia civil.

A veces se objeta que la palabra "terrorismo" ha sido siempre manipulada por el poder y por los medios de comunicacin dominantes (y an ms desde el 11 de septiembre de 2001) y que esta manipulacin tiende a exculpar el terrorismo de los Estados y a diluir bajo un mismo trmino la violencia menor ejercida en nombre del derecho de los pueblos a la resistencia y a la lucha por la liberacin de naciones sometidas. Este tipo de violencia liberadora' tambin se difumina con el terror propiamente dicho, lo cual es cierto en algunos casos, pero no obstante, una vez hecha la denuncia de tal manipulacin, y an desde la compresin de la finalidad que persiguen los desobedientes que se sienten ninguneados por el imperio o por el Estado, siempre cabe la posibilidad de llegar a una definicin analtica de "terrorismo" o a una descripcin del mismo que supere a la vieja lgica que opera en funcin de la igualmente vieja polaridad entre amigo y enemigo. Esta definicin o caracterizacin descriptiva del terrorismo incluye actos de violencia contra el derecho a la vida y otros derechos de las personas como los asesinatos, los atentados, las extorsiones de cualquier tipo o modalidad y los secuestros, actos estratgicamente concebidos, que repugnan a la conciencia moral en general, y a la conciencia poltica en particular, con independencia de la finalidad declarada.

No obstante lo mencionada en prrafos anteriores, la existencia de los Estados democrticos no es condicin suficiente para cerrar la discusin sobre toda forma de violencia defensiva, pues de la misma manera que la violencia defensiva es considerada moralmente admisible en el mbito de las relaciones privadas, sta, la violencia defensiva, puede presentarse an, en la esfera pblica, como un deber moral en aquellos casos en que, declarndose democrtico el Estado, hay dudas serias y fundadas sobre la legitimidad del consenso que ha producido la Constitucin, sobre asuntos tan espinosos como la ocupacin de territorios en litigio, sobre el establecimiento de bases militares, sobre la usurpacin de tierras comunales o sobre la imposicin forzada de leyes internacionales que enajenan derechos no escritos de determinadas poblaciones o minoras. En todos esos casos, la desobediencia no dejar de ser civil si, en ltima instancia, inducida o provocada por la violencia de los Estados, se ve obligada a recurrir a determinadas formas de violencia defensiva. Desde el punto de vista moral, el desobediente tiene que saber que cuando traspasa ciertos lmites puede convertirse en lo contrario de lo que quiere ser, como deca Camus del revolucionario, que deja de ser rebelde para convertirse en polica. Y desde el punto de vista tico-poltico, el colectivo desobediente tiene que saber que el recurso a una violencia de grado equivalente o superior a la de los Estados har de su desobediencia una actuacin tan incivil como la violencia de la mayora de los Estados que les oprimen.

4.- Estrategias de lucha de la desobediencia civil

El mecanismo de desobediencia civil es un derecho humano. A pesar de no estar consagrado en la Constitucin, se encuentra implcito en los derechos de los venezolanos, pues forma parte de los instrumentos internacionales en esta materia. A diferencia de la idea general que tiene la gente sobre este tema, el experto en derecho procesal, Edgar Nez Alcntara, aclara que el artculo 350 de la Constitucin de la Repblica Bolivariana de Venezuela contempla la rebelin mas no la desobediencia civil, que en realidad "es una actitud de disconformidad con alguna actividad del Estado que considere injusta, no importa que haya sido dictada con todas las reglas de la ley o si es formalmente vlida".

El Artculo 350 de la Constitucin Nacional establece que "el pueblo de Venezuela, fiel a su tradicin republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocer cualquier rgimen, legislacin o autoridad que contrare los valores, principios y garantas democrticas, o menoscabe los derechos humanos". Segn Nez Alcntara, la desobediencia no implica alzamiento contra un gobierno, sino una expresin de rechazo a disposiciones que no se consideran justas. En Venezuela, uno de estos casos es la oposicin que han sostenido los padres y representantes de nios en edad escolar, ante la eventual reforma de la Ley de Educacin por parte de la Asamblea Nacional.

El tema de la desobediencia civil adquiere pertinencia en el contexto actual debido a las represiones que sufren los venezolanos cuando tratan de expresar su descontento sobre alguna medida del Gobierno. Quienes disienten de alguna poltica frecuentemente son tildados de "golpistas", "terroristas", o cualquier otro trmino despectivo que venga a la mente del mandatario nacional.

El presidente del Instituto de Estudios Jurdicos, Anbal Rueda, coincide con Nez en que las actividades de desobediencia no implican desconocimiento de la ley, pues son slo una forma de alzar la voz contra una injusticia. Agreg que "el 350 no implica que t puedes cerrar una calle para que te maten, si t realmente desobedeces e infringes la ley puedes ser castigado". Este Artculo Constitucional puede ser interpretado como un alzamiento cuando se considera que el Estado ya no es democrtico y la gente adopta medidas violentas para tratar de remover a las autoridades. Para Rueda, es importante que la poblacin conozca en qu consiste la desobediencia civil, pues la definicin de esta figura no est claramente predefinida en la Carta Magna de Venezuela y sus acciones pueden confundirse con las de una rebelin militar o una anarqua.

5.- El caos social de la desobediencia civil

La existencia del caos, del no-orden, como un reto para el estudio social invita a encontrar las regularidades de lo irregular, las determinaciones de lo indeterminado, el orden subyacente en el desorden aparente. El planteamiento central de esta nueva concepcin nos dice que el desorden, la turbulencia, la desorganizacin y la posterior autoorganizacin, lo imprevisible junto con lo inesperado son aspectos constitutivos de la realidad social; aspectos que el anlisis y la investigacin del comportamiento de las multitudes tienen que abordar y desentraar a partir de la Teora del caos. Y es que el caos est presente en todas las manifestaciones, organizadas o no, de la sociedad y ejerce una fascinacin que ha dado lugar al surgimiento de lo que algunos consideran como una de las principales teoras que ha evolucionado la historia de la sociologa post moderna: La teora del caos social.

Como hemos expuesto en los captulos precedentes, la existencia del caos social no es una trasgresin conceptual ni una ruptura circunstancial con el anlisis del comportamiento de los conglomerados sociales y sus integrantes, sino que forma parte constitutiva de la naturaleza de la sociedad. La idea de que el caos, el aparente desorden, la indeterminacin y la incertidumbre puedan explicar el comportamiento azaroso de las multitudes, va ms all de las concepciones estructuralistas de la Psicologa Social en general, pero en particular de la forma, el modo y las consecuencias en que se ha abordado el estudio y comprensin de las manifestaciones grupales que acompaan a la desobediencia civil.

La mecnica cuntica, concebida a partir del principio de indeterminacin de Heisenberg y de la constante de Planck entre otras teoras, abri al investigador social un mundo de incertidumbres y probabilidades, mientras que la teora espacial de la relatividad ofreci nuevas descripciones del tiempo: la propagacin del tiempo subjetivo, la bilocacin virtual del tiempo paralelo, ubicuidad temporal de las realidades recprocas, etc. Estos precedentes de la teora del caos, junto a la matemtica de Mandelbrot, generaron grietas en el paradigma mecanicista y su mundo ordenado, pues la teora del caos evidenci que de hecho existen dimensiones subyacentes al mundo ordenado de Kepler y de Newton; dimensiones que se configuran en la sociologa del caos como espacios de incertidumbre, probabilidad, impredictibilidad, no-linealidad, complejidad e irreversibilidad o bifurcacin que se manifiestan en el comportamiento de las masas como ausencia de orden aparente, o vacos superficiales de accin, bajo los que bullen comportamientos sociales que luego van a ser catalogados de inesperados, ilgicos o errticos. Este es el escenario en el que caos y desobediencia civil se encuentran y se auto evidencian.

Como se puede inferir, en la sociologa del caos', los sucesos no ocurren al azar, pues aunque las condiciones iniciales sean determinantes, el producto obtenido -por ser dinmico y complejo- entraa un resultado prcticamente impredecible. Su aplicacin se basa sobre tres supuestos:

a) Sistemas sociales simples pueden generar comportamientos colectivos complejos.

b) Sistemas sociales complejos causan comportamientos grupales sencillos.

c) Las leyes de la complejidad social tienen validez universal y se despreocupan de los detalles del micro-componente de un sistema social.

Podemos inferir que el caos social no es ms que una inagotable fuente de creatividad organizacional porque todo proceso social recorre un ciclo ms bien catico, que en algunas sociedades se manifiesta en forma de yuxtaposicin y en otras de sucesin, pero en ambas abarca cuatro momentos, (Entropa, controlentropa, fase catica y negentropa) los cuales se enfocan en mantener bajo su control los procesos entropizadores, tanto hacia el interior como al exterior del sistema.En las sociedades, el caos comienza como una crisis de percepcin. Lo que parece no necesariamente es lo-que-es' y la percepcin se convierte en la realidad para los perceptores. Esa situacin, en la que tiene mucho que ver los agentes' ductores y manipuladores de la opinin pblica, la llamamos vrtice social', que como los vrtices que se suceden en la naturaleza, es un sistema aparentemente desordenado pero que en conjunto representa un orden distinto, inesperado, fatal para el statu-quo en muchas ocasiones. El vrtice social se presenta, bien de manera espontnea por acumulacin social de pequeos cambios, bien de manera accidental o provocada por variables endgenas o exgenas.

La desobediencia civil nace y se nutre de esa crisis de percepcin dado que los sistemas sociales se desestabilizan y al hacerlo entran en una fase catica. Por qu acontece esto? Porque se cumple el Principio de la Turbulencia de la Ley del Vrtice, el cual asegura que las organizaciones sociales, an las ms estables, requieren para su desarrollo la ambigedad de saber y no saber, de lo inadecuado, de la incertidumbre, de la alegra, del horror, de la aceptacin de los rasgos metamrficos y no lineales de la realidad, es decir todas las facetas del caos creativo. En trminos de la dinmica de fluidos, el flujo social turbulento que produce la desobediencia civil es un rgimen de movimiento intensivo de masas caracterizado por una baja difusin de momento, alta conveccin de individuos insatisfechos y cambios espacio-temporales rpidos de presin social y de velocidad espacial.

An aquellos procesos de cambios sociales turbulentos vividos por la humanidad, traumticos y devastadores, han sido precedidos por un conjunto de seales sociales y de signos culturales que no slo alertaron de esos cambios, sinoque de alguna manera presagiaron lo que habra de ocurrir. La incapacidad intelectual o la ceguera circunstancial que impidi esa lectura previa, de ningn modo hacen desaparecer de la historia la existencia de su alarma temprana y aunque el caos social es por definicin impredecible, el anlisis de sus escenarios, el rol de las masas y el papel de los protagonistas que lo inducen, permite inferir las caractersticas de su turbulencia a futuro inmediato y sus posibles efectos.

El caos social que se evidencia a partir de la desobediencia civil es una manifestacin externa de la decadencia interior de la sociedad, decadencia paradjicamente necesaria si se analiza el carcter dinmico-entrpico de la evolucin de los conglomerados sociales. El desorden, la turbulencia, la desorganizacin y lo inesperado son aspectos constitutivos de la realidad que la modernizada investigacin social tiene que abordar y desentraar, pues como hemos afirmado en prrafos precedentes, se trata de una aparente paradoja del pensamiento que cuestiona las concepciones deterministas, introduciendo la idea del desorden como generador de un nuevo orden.

Aunque la desobediencia civil es una forma de disidencia poltica, desarrollada especialmente por los movimientos en defensa de los derechos civiles y polticos como una objecin de conciencia' destinada a una quiebra consciente de la legalidad vigente, con la finalidad de buscar una dispensa a un deber general de todos los ciudadanos para suplantar la norma transgredida por otra que es postulada como ms acorde con los intereses generales, ella (la desobediencia civil) se convierte en uno de los disparadores del caos social cuando sus objetivos logran permear por entre las diferentes capas del entramado social y con ello induce una convocatoria masiva, que es inesperada para el rgimen o la autoridad.

El rasgo ms caracterstico de la desobediencia civil es su ejecucin consciente, pblica, pacfica y no violenta, manteniendo una actitud de protesta contra la autoridad; a pesar de ello, la desobediencia civil suele transformarse, con el pasar de los das (y ms como resultado de la contraofensiva oficial') en una resistencia no violenta, resistencia que suele mutarse en caos social cuando se generaliza sin control en el seno de un conglomerado, o cuando el motivo que la origina no es atendido dentro de un lapso, que es variable y est en relacin directa con la percepcin de gravedad que le otorgan los miembros activos y pasivos de esa resistencia; entonces se aviene un momento, llamado de inflexin social' que convierte al conglomerado en masa incontrolable, y a la accin originaria de desobediencia pacfica y de resistencia no-violenta, en caos social.

Producido el momento de inflexin social', la resistencia no violenta deviene en resistencia activa', que a diferencia de la desobediencia civil (otras veces denominada resistencia pasiva) puede adoptar formas violentas y es justificada slo como medida extraordinaria para restablecer el orden democrtico en general, cuando ste se ha perdido; no como mecanismo cotidiano de influencia en las deliberaciones y toma de decisiones polticas dentro del orden democrtico.

Para comprender por que se manifiesta ese momento de inflexin' catico hay que volver la mirada a Habermas y a su afirmacin sobre el Estado de Derecho, al cual concibe no como una construccin acabada, sino "una empresa accidentada", construida en un proceso a largo plazo, que nunca ha sido lineal y sin tropiezos. Habermas tiene claro que uno de los principios bsicos del moderno Estado constitucional es la seguridad jurdica de los ciudadanos pero sabe que es necesario mantener viva la desconfianza ante la falibilidad de las leyes y los legisladores para que exista la posibilidad de corregir e innovar las normas.

Sin esta posibilidad de auto-reconstruccin que surge del caos (caos que a su vez nace como consecuencia de los controles entrpicos del Estado), se socavara la aspiracin democrtica de que ese Estado constitucional moderno sea reconocido como legtimo, libremente y por conviccin hasta por los mismos ciudadanos que en un momento dado caotizan' sus estructuras, para que de ellas surja, como el ave Fnix, de sus cenizas aunque sin la terrible espera de los 500 aos que necesitaba Phoenicopterus para renacer.

Desobediencia Civil : Disparador Del Caos Social (Final)


por: Andrs Simn Moreno Arreche

Sobre el Autor

Comuniclogo estadounidense con residencia en Venezuela. Licenciado por la Universidad Catlica Andrs Bello de Caracas como Comunicador Social (1975). C.E.O. de Creatividad Estratgica C.A. donde realiza asesoras para la imagen y la identidad corporativa de empresas y corporaciones y disea campaas persuasivas para personalidades, ONG's y partidos polticos. Profesor universitario y escritor. Es autor de 5 novelas, 2 libros de cuentos breves y 5 de poesas, as como tambin de dos ensayos: 'Teora del Caos Social' y 'Leyes y Principios Estratgicos de la Guerra Comunicacional', sobre los que versan sus conferencias internacionales. (Articuloz SC #3219140)

Fuente - http://www.articuloz.com/monografias-articulos/desobediencia-civil-disparador-del-caos-social-final-3219140.html
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